domingo, 14 de septiembre de 2008


Si no volviésemos a poder tener una experiencia de este tipo, no va a valer la pena decir que la hemos recuperado. Si no vamos a poder entrar a rodearla, otra vez por su puerta siempre abierta, si no vamos a poder acostarnos sobre un colchón de hojas de roble en otoño y si no vamos a poder volver a sentir la pura esencia del despojo, no va a valer la pena. Y que nadie se arrogue el derecho de usar cualquiera de sus espacios para provecho propio o de llenar sus vistas de carteles para entenderla.

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